miércoles, 8 de julio de 2009

Queja cortita

Mientras desde el gobierno nacional se propende a desaconsejar las reuniones a puertas cerradas y hasta se instituye un asueto para la administración pública, la Presidente visita hospitales rodeada de un innecesario séquito, asiste a la cena anual de las fuerzas armadas y toma juramento a sus nuevos/viejos/mismos funcionarios en el Salón Blanco acompañada de un montón de militantes gritones que vivan cada "Sí, juro" como si se tratara del festejo por el pase de Cristiano Ronaldo. Tá bien, la reunión de hoy tiene sentido: con lo poco que se reúne con los ministros de Economía, no estaban las cosas para desaprovechar la oportunidad de babearse con Amado, a ver si no vuelve a verlo hasta el momento de aceptarle la renuncia.

viernes, 3 de abril de 2009

Hasta siempre, Raúl

Si acaso me queda algún lector, sabrá que hace meses que no escribo nada. No es que no publico: no escribo, un poco por falta de tiempo y otro poco por falta de ganas. Pero Jorge me dio la idea de repetir un viejo artículo que yo misma he tenido muy presente en los últimos días. Accedo a ese pedido con un dejo de tristeza y con algo de orgullo personal por sentir, hoy que está muerto, lo mismo que sentí entonces por el protagonista del post.


Lo saludo, Raúl

Ayer en Roma la presidente pidió perdón por la demora en el juzgamiento a los responsables de violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar.
No es mi intención comentar acerca de las lágrimas que acompañaron e interrumpieron su discurso. Lo que me enoja es esa flojera de memoria que, una vez más, la lleva a erigirse en campeona -por no decir inventora- de la defensa de los derechos humanos.
La decisión política que posibilitó el juicio a las juntas militares que gobernaron desde 1976 fue tomada en 1983 por el entonces presidente Raúl Alfonsín, que cumplió de esa manera con una promesa de campaña. Esa resolución produjo un proceso legal histórico por el que se reconoce a nuestro país en el exterior y que en el plano interior profundizó la distancia entre el gobierno civil y los militares, lo que en la práctica se tradujo en nuevas amenazas al orden constitucional. Como sabemos, el Poder Ejecutivo intentó pacificar el frente interno mediante una concesión a los uniformados y envió al Congreso Nacional los proyectos de las hoy llamadas "leyes del perdón": Obediencia Debida y Punto Final.
No pretendo generar una nueva discusión sobre las ventajas y los inconvenientes de estas decisiones ni un análisis sobre el gobierno de Alfonsín en su totalidad. Mi propósito es rescatar lo siguiente, en los términos más simples y más sinceros de que dispongo: había que ser muy guapo para animarse a prometer (y cumplir) ese juicio en esa época. Y muy democrático para no resolver por decreto los planteamientos militares que amenazaban el gobierno, sino mediante el procedimiento de sanción de las leyes. Por eso me resultan sumamente injustas las palabras de la actual mandataria, la misma que confunde mal carácter con guapeza y que a esta altura no debe recordar lo que significa gobernar sin el mecanismo de leyes de emergencia que le permiten a su gestión decidir sobre los destinos de los ciudadanos sin debate parlamentario alguno.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Congratulations, Jesse

A muchos les parece simplemente una frivolidad. "¿Qué tiene que el candidato sea negro?", "Ni siquiera es negro, es mulato", "La misma m... con distinto olor" fueron sólo algunas de las frases que escuché por estos días.
Parece que no recordaran que hace escasos cuarenta años la gente negra no podía, al menos en algunas zonas, ni siquiera compartir un transporte público con los wasp. No se acuerdan de Rosa Parks, de Luther King y de tantos inocentes anónimos que murieron porque a otros no les gustaba su color de piel. O lo que es peor: les da lo mismo.

Por mi parte, cuando vi al reverendo Jesse Jackson lagrimeando de emoción ante el triunfo de un mulato sentí que, al menos por un ratito, el mundo había mejorado un poco.

Acabo de cambiar el título, quizás se entienda mejor. Si no, sigue en los comentarios.

viernes, 24 de octubre de 2008

Hernán Cortés, vitaminas y una catarsis personal

El año pasado me indicaron que tomara aminoácidos para frenar la caída de cabello y estimular el crecimiento (el del cabello, no el mío). Al mes de ingerir religiosamente las pastillas anaranjadas volví a la dermatóloga quejándome porque no pasaba nada. Ella me explicó que era un proceso lento de asimilación de vitaminas y vaya uno a saber qué cosas más, que debía continuar la medicación por tres meses y que con el tiempo vería los resultados.
Un buen día, casi mágicamente, noté que era dueña de una especie de cabellera supernumeraria de la mitad del largo de la original. Las asquerosas pastillitas lo habían logrado, era cuestión de paciencia, nomás.

Hice terapia durante un tiempo en el que no estaba segura de obtener grandes resultados. Me parecía que estaba conociendo algunos aspectos de mí misma que no me enorgullecían sin lograr modificarlos. Ya terminada la terapia y pasado el tiempo, empecé a notarme diferente. Casi mágicamente, de un día para el otro, me descubrí despojada de viejos rencores que carcomían algunos minutos de cada día que vivía y supe de mí misma que no estaba dispuesta a atesorarme ninguno nuevo. Me encontré gozando de una, para mí, novedosa actitud ególatra: buscando mi propio bien mediante el recurso de mantenerme indiferente a algunas conductas ajenas que no me lo proporcionaran, en el caso de que no me perjudicaran directamente. Comencé a sentirme mucho mejor, de golpe, como si las vitaminas a mi conducta estuvieran por fin produciendo efecto.

Las relaciones humanas tienen más matices que la caída de cabello y parecen a simple vista infinitamente más complicadas. Sin embargo, un buen día, casi mágicamente, tuve la certeza de que hacía rato que algo me hacía sentir muy mal, que mi intento de lucidez expresiva ya no obtenía resultados, que estaba cansada de tanto ruido y tan pocas nueces y que la paciencia se me había terminado. Entonces lo vi claramente y con una enorme tristeza que todavía me quema el alma, y a pesar de declaraciones idénticas a todas las obtenidas en anteriores reclamos, quemé las naves.
No estoy feliz, pero estoy tranquila con mi conciencia, con mi dignidad y conmigo.

jueves, 16 de octubre de 2008

Facebook

Ya está, me dejé convencer por mi hija y unos amigos y tengo cuenta en Facebook. Que ahora alguien me explique para qué sirve (aunque tengo una leve esperanza de que una amiga que vive lejos acepte al fin mis invitaciones y cuando nazca su bebé se digne a subir sus fotos. Ese día sabré que me resulta de utilidad).
¡Uf, qué moderna soy!

domingo, 7 de septiembre de 2008

Un domingo en paz y mascotas ajenas

Una de las cosas que disfruto de mi temporaria soledad es sentarme en algún bar a tomarme un café y leer el diario tranquila. Las únicas interrupciones que soporto de buen grado son las de algún camarero amable que se acerque a preguntar si necesito algo más y las de mi celular, que de todos modos no respondo si no se trata de mi adorada vástaga, la cual, de más está decir, la está pasando bomba y se conforma con una llamada diaria (y ni falta que harían más) y a la que que debí solicitarle que se limitara a informarme mediante mensajes de texto porque está tan disfónica que no se le entiende ni media palabra.
Esta mañana me desperté más temprano de lo que sería dable para una persona que adolece de juventud. O sea: como los ancianos, me despierto temprano, cosa que hasta hace poco no me sucedía. Aproveché la falta de sueño, me puse linda y me fui a desayunar, bien abrigada, a un barcito al aire libre.
Estaba tranquila y feliz de la vida con mis tostadas y mi café, hasta que tuve que levantar la vista del diario a causa de los ladridos desaforados de un perro enorme que se acercaba amenazadoramente. En el otro extremo de la correa había un dueño, lo que me serenó pero sólo transitoriamente, ya que dueño, amiga/esposa/hija (juro que era una relación indefinible a simple vista) de dueño y perro decidieron sentarse a la mesa contigua, separada de la mía más o menos por un metro de distancia. Se sentaron los tres, literalmente: al bicho lo instalaron en una silla como si nada, y sólo lo liberaron cuando el mozo se acercó a pedirles que lo bajaran.
Aparentemente, el amor que le profesaban al perrazo se les olvidó de golpe, porque el can quedó suelto por ahí, muerto de aburrimiento, y no tuvo mejor ocurrencia que dedicarse a lamer la punta de mis botas estrenadas anteayer. Le pedí amablemente a la señora/señorita que lo retirara un poco de mi persona y me contestó con un estúpido "Aaaayyy, si no hace naaadaaa...".
-Igual, correlo hacia vos, por favor- insistí.
-Mirá, papi- se burló la boba a los gritos sin dejar de mirarme y sin moverse de su silla -¡le tiene miedo al perro!-. El marido/padre/pareja, lejos de condolerse de mi situación, le acariciaba la mano (a ella, no al perro) y me miraba con una media sonrisa moviendo la cabeza de lado a lado como quien expresa "pobrecita, qué tonta".
Si la tenía un poco más cerca la ahorcaba. El bicho ya no chupaba solamente mis botas sino también parte de mi pantalón y yo le tiraba disimuladas pataditas, no por cariño ni por miedo a dañarlo sino más bien por temor a que se enojara y me mordiera. Resolví no ahorcarla y así pasar los días que me quedan de vacaciones en libertad y no en una celda, de modo que con falsa amabilidad facial y acercando mi torso a su persona todo lo que podía con el animal prendido de mi botamanga, en tono bajito le espeté: -Soy alérgica, miedosa e intolerante, así que si tu perro no se me aleja en dos segundos le echo gas pimienta, ¿estamos?-.
Ofendisíma por mi falta de urbanidad, pero afortunadamente silenciosa, se levantó, alzó a su mascota, dijo algo al oído del hombre y se fue. El tipo pagó la cuenta apurado sin dejar de mirarme con cara de condescendencia y desapareció.
Si son clientes habituales y difunden esta historia, me habré convertido en uno de esos personajes psiquiátricos que hay en todos los barrios. Si eso sirve para que los dueños de perros vecinos hagan un esfuerzo por no acercarlos a mí, habrá valido la pena.

viernes, 5 de septiembre de 2008

No he muerto

Mirá vos, entro a publicar algo después de tanto tiempo y me doy cuenta de que la plantilla cambió. Definitivamente, tengo que entrar más seguido.
En los últimos días me dediqué a diversos menesteres: pintar las ventanas de mi casa, curarme de un corte profundo en el dedo índice de la mano derecha que todavía me duele al tipear, compartir con mi hija mi pc porque la de ella no funciona, lavar ropa a mano porque se rompió el lavarropas casi nuevo, ayudar a la criatura a preparar su valija para su viaje a Bariloche, gastar mucho dinero en cositas de último momento para el viaje a Bariloche, hablar del viaje a Bariloche, asistir a reuniones de padres de los que viajan a Bariloche e ir a despedirla cuando se fue a Bariloche.
Lenta pero inexorable, la dicha llegó: tengo vacaciones laborales y maternales ¡y la estoy pasando bomba!